Quizás una forma fácil y rápida de definir el ruido sea como sonido no deseado.
No es tan fácil establecer qué es un ruido y qué no lo es. Existen sonidos que molestan a algunas personas mientras que a otras no. Por ejemplo, el tic-tac de un reloj puede relajar a algunos y desesperar a otros. O incluso puede suceder que relaje o desespere a una misma persona dependiendo del momento. Si pedimos a cualquiera que nos defina el ruido enseguida comprobaremos que no le resultará fácil. La Real Academia de la Lengua Española nos dice que se trata de un “sonido inarticulado, por lo general desagradable”.
¿Cómo afecta el ruido a los trabajadores?
La intensidad del ruido se mide en decibelios, y un aumento de 3 db ya supone un riesgo para la salud. Ahora bien, la intensidad no es el único factor influyente, ya que el tiempo que estemos expuestos a ese ruido es también decisivo. Teniendo en cuenta que una jornada de trabajo suele prolongarse durante unas 8 horas, es fácil de comprender la importancia de que nuestro entorno de trabajo cumpla con unos mínimos que garanticen nuestra salud. Estar expuesto a un ruido durante horas ya no es molesto: pasa a ser un riesgo para nuestra salud.
La exposición prolongada y sistemática al ruido en un entorno laboral conlleva, sin duda, serias implicaciones para los empleados:
- Consecuencias fisiológicas: dependiendo de la intensidad y el tiempo de exposición, el ruido puede lesionar los órganos auditivos, hasta alcanzar la pérdida de audición.Consecuencia psicológicas: siempre teniendo en cuenta las características individuales del sujeto, la exposición continua al ruido conlleva un fuerte desgaste emocional que se traduce en una fuerte tensión y estrés.
- Además de esto, un ruido constante en el entorno de trabajo interfiere con el buen transcurrir del trabajo, impidiendo el diálogo y la comunicación entre los trabajadores, lo cual puede llegar a provocar una pérdida de productividad y un aumento del riesgo de accidentes laborales.